¿Volvimos a la normalidad en salud después de la pandemia? [1]
La pandemia dejo de ser una emergencia para la mayoría de los países. Nuestra región fue la más afectada. Con solo 8% de la población mundial registró el 28,5% de los casos y el 42.6% de las muertes. Se buscó explicar este impacto a través de dos factores: las grandes desigualdades sociales y la baja financiación de los sistemas de salud.
La pandemia puso a la salud en lo más alto de las agenda y la mayoría de los países de la región dispusieron fondos emergenciales para salud. Vientos de reforma empezaron a soplar en los sistemas de salud de la región y en muchos países se habló de mejorar la coordinación público-privada, de revitalizar la estrategia de atención primaria, de incorporar a la comunidad en estrategias de promoción de la salud, fortalecer el talento humano y de las oportunidades que podría generar la telemedicina.
Como los primeros casos de Covid-19 provenían de Europa y Oriente, donde la pandemia se manifestó mas tempranamente, desde el primer momento fue necesario mirar a los hospitales privados y buscar coordinarlos con la autoridad sanitaria. Así es que en muchos países, donde se encuentra Argentina, resurgió el apelo a construir un “Sistema Integrado de Salud”.
El acceso a la vacuna ha generado bajas en la letalidad. Algunos países como Argentina han avanzado en la inmunización de sus poblaciones con porcentajes importantes de vacunación de sus poblaciones, mientras que otros países, sobre todo en la región del Caribe, todavía los esquemas completos de vacunación, ni siquiera han llegado al 50% de su población.
La Pandemia, como problema de salud global afecta a todos los países mas allá de las fronteras y como repetidas veces señaló el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres: “Nadie estará a salvo a menos que todos lo estemos”.
No obstante, parecemos haber vuelto a la “normalidad” y los tiempos de emergencia parecen haber pasado. La cantidad de espacio de los medios de comunicación dedicado a la pandemia ha mermado y se ha perdido la prioridad política que los temas de salud tenían en la agenda política de Estado y de gobierno.
A la luz de este regreso a la “normalidad” también hemos perdido la oportunidad de discutir y reformar nuestros sistemas y la manera de producir salud. Habiendo superado los picos de las ondas pandémicas de morbi-mortalidad, la situación en salud en general ha empeorado, agravándose las enfermedades crónicas no transmisibles, habiéndose incrementado indicadores de obesidad, consumo de alcohol y substancias, sedentarismo, obesidad, violencia intrafamiliar, el embarazo adolescente e incluso aumentado problemáticas asociadas a la salud mental y suicidio, entre otros.
El impacto de la pandemia y la guerra de Ucrania en la economía de la región, con desaceleración del crecimiento e inflación, ha generado nuevamente la necesidad de la austeridad fiscal y presupuestos acotados, donde la salud ya no ocupa la prioridad y perdimos la oportunidad de una reforma sanitaria.
No volvimos a la normalidad, porque perdimos durante dos años el control de las crónicas, se perdió la detección precoz agravándose los casos, se perdieron muchas de las respuestas que se habían logrado en materia de prevención y, en ese sentido, hemos retrocedido.