La esperanza de vida africana crece en casi diez años
Vida sana
La esperanza de vida en África aumentó una media de diez años por persona entre 2000 y 2019, según una nueva evaluación efectuada por la Organización Mundial de la Salud.
La agencia destaca que ninguna otra región en todo el mundo experimentó este crecimiento durante el mismo periodo, pero a su vez alerta que el impacto de la pandemia de COVID-19 podría amenazar estos enormes avances.
El informe de Seguimiento de la Cobertura Sanitaria Universal en la Región de África 2022 muestra que la esperanza de vida saludable -o el número de años que una persona goza de un buen estado de salud- aumentó a 56 años en 2019, en comparación con los 46 en el año 2000.
Aunque estas cifras siguen estando muy por debajo de la media mundial de 64 años, los datos de esperanza de vida mundial solo aumentaron en cinco años, un registro inferior al africano.
Las mejoras en la prestación de servicios sanitarios esenciales, los avances en la salud reproductiva, materna, neonatal e infantil, así como los progresos en la lucha contra las enfermedades infecciosas contribuyeron a ampliar la esperanza de vida.
Riesgos para el progreso
El director regional de la OMS para África, Matshidiso Moeti, dijo que el aumento de la esperanza es una prueba de los esfuerzos de la región por mejorar la salud y el bienestar de la población.
Añadió que los avances no deben detenerse y que los países deben seguir mejorando las medidas contra el cáncer y otras enfermedades no transmisibles para que estos logros no se vean comprometidos.
Otra advertencia del informe es que los avances en la esperanza de vida saludable también pueden verse socavados por el impacto de la pandemia de Covid-19, a menos que se instituyan sólidos planes de recuperación.
Por término medio, los países africanos informaron de mayores interrupciones de los servicios esenciales en comparación con otras regiones. Más del 90% de los 36 países que respondieron a una encuesta de la OMS en 2021 informaron de una o más interrupciones en los servicios sanitarios esenciales.
El calendario de vacunación, los tratamientos y la prevención de las enfermedades tropicales desatendidas y los servicios de nutrición fueron los más afectados.
Financiación sanitaria
Según la OMS, la mayoría de los gobiernos africanos financian menos del 50% de sus presupuestos sanitarios nacionales, lo que provoca grandes carencias. Sólo Argelia, Botsuana, Cabo Verde, Eswatini, Gabón, Seychelles y Sudáfrica financian más del 50% de sus presupuestos sanitarios nacionales.
Matshidiso Moeti afirma que la crisis sanitaria ha demostrado que invertir en salud es fundamental para la seguridad de un país.
Para ella, cuanto mejor pueda África hacer frente a las pandemias y otras amenazas sanitarias, más podrán desarrollarse sus habitantes y sus economías. Pidió a los gobiernos que invirtieran en salud pública y se prepararan para afrontar los retos futuros.
El gasto sanitario en la región es otro factor de atención. Según la OMS, se considera que el gasto no es catastrófico cuando las familias destinan menos del 10% de sus ingresos a gastos sanitarios, independientemente de su nivel de pobreza. En los últimos 20 años, el gasto directo se ha estancado o ha aumentado en 15 países.
Ingresos y salud
El informe de la OMS también examinó la esperanza de vida saludable y las diferencias en la cobertura de los servicios sanitarios según el nivel de ingresos del país y la ubicación geográfica.
Los países de renta alta y media-alta tienden a tener una mejor cobertura de servicios sanitarios y una mayor esperanza de vida saludable al nacer que los países de renta baja, con unos 10 años adicionales de esperanza de vida saludable.
El informe recomienda que los países aceleren los esfuerzos para mejorar la protección del riesgo financiero, repensar y reactivar la prestación de servicios sanitarios centrándose en la incorporación de los servicios sanitarios no transmisibles como parte de los servicios sanitarios esenciales, involucrando a las comunidades y haciendo participar al sector privado.
También recomienda poner en marcha la supervisión de los sistemas subnacionales para que los países puedan captar mejor las señales de alerta temprana de las amenazas sanitarias y los fallos del sistema.