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Publicado en: 22/10/2025

Emergencias climáticas: no hay tiempo que perder

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Ana Beatriz de Noronha

Ahora más que nunca necesitamos hablar de los problemas medioambientales que tanto afectan a la salud y a todas las demás esferas de nuestra vida social. Las emergencias climáticas, que se materializan en olas de calor extremo, inundaciones, sequías y tormentas, son cada vez más frecuentes. Directamente relacionadas con la deforestación, la quema de combustibles fósiles y muchas otras actividades humanas, provocan muertes, lesiones físicas de diversa gravedad y estrés psicológico a las poblaciones, además de agravar los problemas de salud de los grupos más vulnerables.

El tema, que ya se había tratado en la reunión de la RETS-CPLP, celebrada en junio de este año en Lisboa, volvió a estar presente en la agenda de la 2.ª Reunión Ordinaria de la Red Iberoamericana de Educación de Técnicos en Salud (RIETS), celebrada los días 9 y 10 de octubre en Río de Janeiro. En el año en que se celebra la 30.ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Conferencia de las Partes, COP30), que tendrá lugar en noviembre en Brasil, nada más coherente que abordar la cuestión, relacionándola con la formación de los técnicos sanitarios. Para ello, RIETS invitó a dos especialistas en la materia: la profesora e investigadora Renata Gracie, del Instituto de Comunicación e Información Científica y Tecnológica en Salud (ICICT/Fiocruz) y Alexandre Pessoa, de la Escuela Politécnica de Salud Joaquim Venâncio (EPSJV/Fiocruz), a participar en el seminario «Emergencias climáticas y sus impactos en la salud global, los sistemas nacionales de salud y la formación de técnicos», evento inaugural de la reunión.

Compromiso y no desesperación

Renata Gracie es geógrafa de formación, tiene un máster y un doctorado en el área de Salud Pública. Entre otras muchas cosas, es vicedirectora de Investigación del ICICT/Fiocruz, donde también coordina el Laboratorio de Información en Salud. Junto con los profesores e investigadores Christovam Barcellos y Diego Xavier, coordina el equipo del Observatorio Clima y Salud, cuya misión es reunir y compartir información, tecnologías y conocimientos orientados al desarrollo de redes de investigadores y estudios que evalúen los impactos de los cambios ambientales y climáticos en la salud de la población brasileña. En 2024, el Observatorio celebró 15 años de actividad, dando continuidad a un trabajo que ya se realizaba en el ámbito de la Fiocruz.

Renata comenzó su presentación llamando la atención sobre la estrecha relación entre los procesos de producción capitalista y el cambio climático. «Este proceso avanza con emisiones cada vez mayores y más concentradas de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera terrestre, lo que está provocando un aumento de la temperatura media global más allá del aumento natural», destacó. «En 2021, el informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático) ya advertía de que, aunque detuviéramos la emisión de estos gases durante 10 años, ya no sería posible volver a las temperaturas medidas inicialmente», explicó Renata.

Según ella, esta advertencia fue muy importante, pero muchos países han ignorado el hecho, lo que reduce cada vez más el tiempo que tenemos para actuar de manera que podamos seguir viviendo. También explicó que la crisis climática se produce cuando hay una interacción cada vez mayor de fenómenos extremos: olas de calor, tormentas, inundaciones, sequías, etc. «Cada fenómeno extremo tiene un impacto difuso en la salud de las personas. Cuando se produce una interacción entre diferentes fenómenos extremos, se produce un aumento simultáneo de los efectos difusos en la población, lo que supone una carga muy grande para el sector sanitario, especialmente en países y regiones en los que las políticas públicas de salud son limitadas, incluso por la falta de recursos financieros», destacó.

Según la investigadora, el Observatorio busca realizar un diagnóstico de la situación sanitaria en los diferentes territorios de Brasil, especialmente en aquellos donde las poblaciones se ven más afectadas, es decir, en los territorios más periféricos, como las favelas en las zonas urbanas, los territorios quilombolas, indígenas y caiçaras. Según ella, además de trabajar en la mitigación, reduciendo la emisión de gases contaminantes, también es necesario pensar en planes de adaptación, es decir, prever acciones que nos permitan convivir mejor con los efectos del cambio climático. «En 2024, alcanzamos el nivel de 1,5 °C, es decir, la temperatura media de la Tierra ya era 1,5 °C más alta que los niveles preindustriales, lo que aumenta significativamente los riesgos de fenómenos climáticos extremos más frecuentes e intensos, como sequías, inundaciones, olas de calor y derretimiento de glaciares, entre otros. Si no reducimos las emisiones de gases, este nivel seguirá aumentando y tendremos que desarrollar cada vez más medidas de adaptación, especialmente en aquellos lugares donde los técnicos necesitan recopilar datos para que podamos elaborar diagnósticos cada vez más cercanos a la realidad y, en consecuencia, contar con políticas públicas más acordes con las necesidades de las diferentes áreas y poblaciones», detalló Renata.

«Queremos que la gente salga de aquí comprometida y no desesperada»,  subrayó, y añadió: «Al no creer en el cambio climático, se ha hecho poco para cambiarlo. Ahora, con el aumento de los fenómenos, muchos creen que ya no hay nada que hacer y que es mejor dejarlo estar, pero eso no es cierto. Cuanto menos hagamos, más aumentará la temperatura y más problemas de salud tendremos que afrontar».

Mediante gráficos y cuadros esquemáticos, mostró el continuo aumento de la temperatura en el planeta y el impacto de este calentamiento global sobre la salud humana. «Tenemos los impactos en el medio ambiente con los fenómenos extremos —olas de calor, inundaciones y sequías severas, cambios en los ecosistemas y, en consecuencia, pérdida de diversidad, aumento del nivel del mar y pérdidas en la agricultura— que repercuten en la sociedad y en la salud de las poblaciones», recordó. Según ella, los cambios climáticos son globales y los modelos de producción son regionales, pero los efectos se sienten a nivel local. «Cuando pensamos en los impactos difusos, nos damos cuenta de que no podemos preocuparnos solo por la cuestión de la temperatura. Tenemos que considerar varios otros aspectos y varias enfermedades que sufren impactos directos e indirectos de estos eventos», afirmó.

Según Renata, la función del Observatorio es trabajar mediante el análisis social, encuestas, numerosas bases de datos existentes y el geoprocesamiento para transformar una enorme cantidad de datos en información que pueda servir para orientar a los gestores en la elaboración de políticas públicas más cercanas a las necesidades del sistema de salud y de las diferentes poblaciones, así como a la propia sociedad civil, para que todos estén atentos. 

Centrándose en las numerosas olas de calor que se produjeron en Brasil entre 2000 y 2018, destacó que la situación está empeorando, especialmente en las regiones del norte y el noreste, con consecuencias dramáticas en el exceso de muertes debido a las altas temperaturas. «Hemos identificado más de 48 000 muertes excesivas en ese período. Cuando nos enfrentamos a una ola de calor, no todos pueden ir a la playa, como destacan los periódicos, algunos siguen trabajando con aire acondicionado, pero muchos trabajan en las calles, sobre el asfalto, sin el equipo adecuado y sin tomar los descansos necesarios. Además, están los trabajadores sanitarios que deben estar en el terreno para diagnosticar la situación sanitaria y que se enfrentan a las olas de calor sin el apoyo adecuado», dijo, subrayando que es necesario pensar en el apoyo a estos trabajadores, a las personas con un nivel de instrucción más bajo y a los negros y mestizos, que siempre son los más afectados.

Para detectar estos fenómenos extremos con mayor antelación, se utilizan imágenes de satélite que permiten, por ejemplo, evaluar la humedad de la vegetación y, mediante análisis, distribuir los períodos de sequía, relacionándolos con gráficos de eventos sanitarios. De esta manera, es posible mostrar cómo los diferentes eventos climáticos, así como las quemas, por ejemplo, afectan a la salud de las poblaciones.

En el caso de las lluvias intensas y las inundaciones, también se utilizan imágenes de radar porque las imágenes de satélite no pueden capturar la información necesaria. «De esta manera, pudimos delimitar el área que, de hecho, se inundó en Rio Grande do Sul en 2024. Como ya habíamos cartografiado varios objetos geográficos, como centros escolares, centros hospitalarios, territorios indígenas, quilombolas y favelas, entre otros, fue posible redactar y difundir una nota técnica con toda la información por municipio. Sin embargo, seis meses después de la catástrofe, nos dimos cuenta de que muchos municipios pequeños, que eran los que más necesitaban la información, lamentablemente no habían tenido acceso a esa nota técnica», lamentó Renata, y enfatizó: «A pesar de esforzarnos mucho en la cuestión de la comunicación, no logramos llegar a esos municipios, lo que nos demostró que es necesario ampliar nuestra forma de comunicarnos para que todos estén atentos y puedan movilizarse también para el período posterior a la tragedia, el período de reconstrucción de las ciudades y de la vida en los lugares afectados».

Antes de terminar su presentación, la investigadora también citó el ejemplo de la contaminación del aire y sus efectos, especialmente en las enfermedades del sistema respiratorio. «En este sentido, comenzamos a construir un sistema mediante el cual podemos estimar la contaminación en determinadas áreas, a partir de los focos de calor, con unos cinco días de antelación», informó, invitando a todos a visitar el sitio web del Observatorio y apreciar los materiales disponibles.

La humanidad camina sobre hielo fino

Entre otras muchas cosas, Alexandre Pessoa es ingeniero civil sanitario,  doctor en Medicina Tropical y máster en Ingeniería Ambiental. Profesor-investigador del Laboratorio de Educación Profesional en Vigilancia en Salud de la EPSJV/Fiocruz, representa a la Escuela en la Cámara Técnica de Salud y Medio Ambiente de la Fiocruz, coordina el Grupo de Trabajo Agua y Saneamiento (GTAS), vinculado a la Vicepresidencia de Medio Ambiente, Atención y Promoción de la Salud (VPAAPS) de la Fundación, además de ser miembro del Grupo de Trabajo (GT) Agrotóxicos y Salud. También forma parte del Grupo Temático de Salud y Medio Ambiente de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrascco). Alexandre trabaja en las áreas de Saneamiento Ambiental, Vigilancia en Salud, Agroecología, Salud de las poblaciones del campo, los bosques y las aguas, entre otras.

Alexandre comenzó su presentación destacando que el tema de las emergencias climáticas es emergente y que la palabra emergente conlleva la idea de nuevos problemas que no pueden posponerse. «En este sentido, la variable tiempo es tan importante como la variable espacio», afirmó. «Renata y yo pertenecemos al GT Clima y Salud, que reúne a varias unidades de la Fiocruz, lo que refleja el hecho de que la emergencia climática afecta a todos los campos del área de la salud», enfatizó.

Alexandre basó su conferencia en seis premisas que considera fundamentales, teniendo siempre en cuenta el desafío de esta generación. En relación con las emergencias climáticas, reiteró que no podemos conjugar los verbos del futuro, ya que los problemas son actuales y ya causan graves daños a la salud de las personas.

Según la primera premisa, el investigador recordó que, teniendo en cuenta la producción científica mundial, la emergencia climática es el mayor desafío de la humanidad y que nos enfrentamos a una grave crisis ecológica, a escala mundial, sin precedentes. La segunda premisa es que una crisis climática es, ante todo, una crisis sanitaria, el mayor problema de salud pública. «Esta segunda premisa orienta el problema de la crisis climática más hacia nuestro campo de actuación y refleja el enorme esfuerzo de los sistemas de salud para hacer frente a estas consecuencias», explicó Alexandre. «Las emergencias climáticas nos plantean nuevos retos, pero tenemos retos antiguos que afrontar, especialmente en los territorios más vulnerables y sus poblaciones», explicó. «Para mí, se trata de resolver problemas antiguos agravados por la cuestión de la emergencia climática. Es necesario estudiarlo en profundidad o no estaremos suficientemente preparados», añadió el profesor.

De acuerdo con la tercera premisa, los impactos socioambientales derivados de la emergencia climática exigen acciones concretas en la formación técnica y el fortalecimiento de los sistemas de salud, ya que no hay tiempo que perder. Las muertes son evitables, considerando que las acciones preventivas de adaptación son inaplazables. «La formación de los técnicos de salud ya es una acción concreta que, a su vez, incide directamente en el fortalecimiento de los sistemas de salud.  «En este sentido, no hay tiempo que perder. En la época de la COVID, utilizamos mucho el lema «Las muertes son evitables» y podemos seguir diciendo lo mismo. En este sentido, es inaplazable que se refuercen las medidas de adaptación, especialmente las más relacionadas con temas de salud», afirmó. «No estoy diciendo que no podamos influir en las medidas de mitigación. Podemos y debemos hacerlo. Pero siempre es bueno pensar en la capacidad que tienen las medidas preventivas para actuar en la protección social y la protección de la vida. El reto es que esto requiere planificación, requiere organización presupuestaria, incluso antes de las grandes tragedias climáticas a las que se enfrentan varios países», añadió.

La cuarta premisa es que la crisis ecológica es mundial y la respuesta debe ser global, regional y local y que, por lo tanto, la actuación en redes mediante el intercambio entre instituciones de enseñanza e investigación y servicios de salud es estratégica. «En esta premisa, trato de destacar el potencial de las redes para el intercambio de información necesaria para el avance científico que el campo de la salud exige cada vez más», destacó Alexandre.

En la quinta premisa, tenemos que los desastres climáticos ocurrirán con mayor frecuencia, intensidad y duración, por lo que es necesario fortalecer los sistemas de salud, siendo fundamental la formación de técnicos en salud, incluso considerando la nueva Gramática de la Emergencia Climática.

Por último, la sexta premisa hace hincapié en que la formación técnica exigirá cada vez más fundamentos científicos, integrando las ciencias humanas y sociales con las de la naturaleza, uniendo las dimensiones de los procesos de trabajo, la investigación y la educación permanente.

«Aquí estamos hablando de que la enseñanza, la investigación y la formación para los servicios son cada vez más interdependientes. Tenemos que relacionar la formación de los técnicos sanitarios y de todos los profesionales del sector con estas cuestiones. Si las instituciones formativas y las universidades no lo hacen, estarán formando profesionales ya obsoletos que salen de las escuelas desfasados frente a las necesidades concretas del mundo real», enfatizó. «Por lo tanto, hay una nueva gramática del cambio climático que debe utilizarse en la formación en salud. Tenemos que discutir este tema con los estudiantes, reforzando siempre la naturaleza de su actuación en términos de protección social. La formación por sí sola ya no es suficiente. Es necesario unir lo que nunca debería haberse separado, es decir, las ciencias naturales con las ciencias sociales y humanas», instó Alexandre. «¿Hasta cuándo será posible impartir clases de salud sin tener en cuenta mínimamente la emergencia climática antropogénica y sin considerar la tríada Economía-Política-Ecología?», preguntó. «La determinación socioambiental de la salud está en condiciones de hacer la crítica necesaria para superar el modelo biomédico reduccionista ante la emergencia climática», enfatizó.

Continuó su exposición hablando de los informes del IPCC y de los Atlas Interactivos Regionales, mostrando el esfuerzo que Brasil está realizando para que estos informes sean más accesibles a la sociedad y expresando su curiosidad por saber cómo otros países manejan este material. «Aquí, las cuestiones centrales de los informes del IPCC se presentan a la sociedad el mismo día en que se publican. Esto supone un reto y refuerza la idea de la comunicación como una determinación social de la salud y no como una herramienta. La comunicación es un elemento constitutivo imprescindible para la formación y la actuación en los territorios», reforzó. «Como dijo Renata, la comunicación debe ser del Estado, pero también debe estar disponible para la población en tiempo real. La comunicación ayuda a construir el tejido de la vida y son las personas, en los territorios, las que inician las acciones de rescate en las tragedias climáticas. Es el vecino y no el Estado el que inicia la lucha por la vida», reiteró Alexandre para reforzar la validez del trabajo de traducción de los diversos informes para el campo de la salud, para la formación técnica y para la población. «Necesitamos popularizar la ciencia», afirmó.

Alexandre destacó una frase de António Guterres, secretario general de la ONU desde 2017, quien afirma que la humanidad está caminando sobre hielo fino y que ese hielo se está derritiendo rápidamente.  «Esta frase enfatiza la idea de que no hay tiempo que perder y valora aún más el esfuerzo realizado por Brasil para traducir tanto el informe principal como otros informes menores del IPCC que tienen una función política muy importante», informó. Según él, los resúmenes para responsables políticos permiten, por ejemplo, que el campo científico pueda orientar las decisiones de los gobiernos.  «Estos informes de seguimiento solo se aprueban por consenso de los países, lo que significa que hay una mediación política en su elaboración y que no expresan la realidad en su sentido más grave», destacó. «¿Qué impactos se producen en América Latina o en Portugal y España?», preguntó Alexandre.

El investigador también cuestionó el mito del desarrollo sostenible. «Este debate es antiguo, Celso Furtado, un gran intelectual de este país, un economista imprescindible para la formación política de nuestro país, ya hablaba de ello en 1973, hablaba de los límites de la naturaleza y de lo que hoy sabemos de forma irrefutable:  las economías de los países periféricos nunca se desarrollarán de forma similar a las economías que conforman el actual centro del sistema capitalista, ya que, si todos los países adoptaran el modo de producción y consumo de los Estados Unidos, este planeta no lo soportaría», explicó.

Alexandre llamó la atención sobre un debate que considera fundamental para comprender qué es la justicia climática y cuál es la relación de cada país de la geopolítica con respecto a sus acciones. Discutir este tema en la formación de los profesionales hablando solo de los síntomas, sin comprender las determinaciones sociales de este proceso. «No es el modelo biomédico el que va a dar cuenta de ello. Si no se interfiere en la concepción del sistema de salud, este no será un debate profundo», instigó el ponente.

Según el investigador, cada país tiene una relación diferente con los procesos que causan la crisis climática. En Brasil, por ejemplo, destacó el poder destructivo del modelo de agronegocio, que tiene más impacto en las emergencias climáticas que el sistema energético fósil. Según él, la selva amazónica está sufriendo un estrés y un proceso ininterrumpido y acelerado de degradación, incluso ante la emergencia climática. El caso es que todos los factores están interrelacionados. Los riesgos de una pandemia, o sindemia, como se ha caracterizado la de la COVID, ya se anunciaban en el ámbito científico desde hacía tiempo, pero los países los ignoraron. El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) de 2016 ya mostraba problemas emergentes de preocupación medioambiental.

 

Alexandre mostró varios ejemplos de la participación de la EPSJV en la Misión de la Redesca, que es la Relatoría Especial sobre Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Rio Grande do Sul en más de 2024, en Rio Grande do Sul, en mayo de 2024.

      

También habló de la necesidad de formar a la población y, en este sentido, la mediación de los técnicos es fundamental y necesitamos utilizar otras gramáticas en la formación en salud. «Para ello, necesitamos diccionarios, ¿verdad?», bromeó, al tiempo que destacaba la vocación de la EPSJV para elaborar diccionarios. «Tenemos el de Educación Profesional en Salud, el de Educación en el Campo y el de Agroecología, ya que considero que la agroecología es un camino muy importante para fortalecer la comunidad de conocimientos que puede realizar su propia vigilancia», dijo. «Cuando se crean estas comunidades, se aumenta la escala, se salvan vidas», aseguró.